Los mantras tienen su origen en la invocación de los “espíritus”. En un principio los
mantras fueron utilizados por los indios védicos (y quizá los sabios anteriores a los
védicos) para controlar a los dioses, para atraerlos y para hacer que éstos satisficieran
los deseos humanos. Detrás del mantra está la idea de que si uno menciona el nombre
de algo adquiere poder sobre ello. Si se nombra algo se tiene cierto control sobre ello.
En cuanto alguien conoce el nombre secreto de un “espíritu” éste debe obedecer a esa
persona y está obligado a venir cuando escuche su nombre. Por ejemplo, en la obra Vida
y liberación de Padmasambhava dice que este maestro pone bajo su poder a todos esos
demonios, esas potentes fuerzas naturales, utilizando diversos medios que los obliga a
revelar sus bijas, sus esencias secretas. En cuanto revelan sus bijas, ya están bajo su poder
y él puede hacer con ellos lo que quiera. No se le pueden escapar porque no necesitaría
más que decir su bija y volverían enseguida, para estar a su merced. La fuerza que no
tiene nombre es incontrolable pero un poder que puedes nombrar se vuelve de inmediato
más manejable y tratándose de magia queda verdaderamente bajo control.