¿Por qué hay personas que vemos que lo tienen todo y, no obstante, no se quieren? ¿Por
qué nos auto convencemos con creencias absurdas y falsas de que no podemos, de que
no somos capaces, de que somos menos que los demás, etc.… poniendo así unos límites
en nuestro camino que van a impedir que lleguemos donde sin duda podríamos llegar?
¿Qué sentido tiene todo esto?
¿Por qué lo hacemos? Y lo más importante… ¿Por qué permitimos que nos digan cosas o
nos traten con unas formas que nos hacen sentir mal, minúsculos, ridículos o tontos?
Cuando hablamos de autoestima, hacemos referencia a cómo nos sentimos con nosotros
mismos. Hablamos de las capacidades y el potencial que creemos tener para resolver
aquellos problemas y dificultades que la vida nos tenga preparadas y también para
conseguir aquellos objetivos y metas que nos hayamos fijado.
Si bien es cierto que nuestros genes determinan gran parte de lo que somos, nuestra
autoestima no nos viene “de serie”, sino que la construimos. Se forma principalmente en
la infancia y nuestros padres tienen gran responsabilidad sobre ella.
No se trata nunca de investigar y ahondar en nuestro pasado para juzgarles a ellos por si
lo han hecho bien o mal, pero sí que es importante que tengamos claro qué es lo que
hemos vivido, cómo nos han tratado y con qué tipo de mensajes nos han educado, para
que podamos comprender por qué nuestra autoestima, ahora que somos adultos, es la
que es.
Debemos comprender que nuestra autoestima se construye a partir de la relación que
hemos tenido con nuestros padres. Ellos han sido las personas de referencia, con las que
nos identificamos, de los que aprendemos y a quienes admiramos y copiamos. En caso de
no haber tenido la figura de los padres, debemos fijarnos con las personas que nos
cuidaron durante esta etapa de nuestra vida.
En el siguiente esquema podéis ver representado que: la autoestima se forma a partir de
cómo se han relacionado nuestros padres con nosotros (si nos han dado afecto,
reconocimiento, etc.). En función de estos mensajes directos e indirectos que yo reciba
durante mi infancia, voy a adquirir un autoconcepto, que determinará la relación que voy
a tener conmigo misma. Y a partir de cómo me relaciono conmigo, de cómo me siento y
me veo, me relacionaré luego con los demás de una manera determinada, siendo más
abierta, tolerante, relajada o a la defensiva.