Podar es cortar brotes, hojas o ramas de una planta. Esto se hace por varios motivos. Según
que partes de la planta cortemos variarán los resultados. Podando los brotes de la planta
incrementamos la ramificación mientras mantenemos la planta pequeña y compacta. Las
ramas bajas sin desarrollar se eliminan para que la planta concentre toda su energía en los
cogollos principales. Las hojas no se deben podar. Muchos cultivadores creen que podando las
hojas más grandes la planta podrá dedicar toda su energía a los cogollos. En realidad estas
hojas fabrican alimentos que luego reparten por todo el organismo. Si las quitamos, la planta
pasará hambre y no florecerá correctamente.
Observa la punta del tallo central de una maría. Verás las últimas hojas que han salido y, en
el centro, el nuevo brote. Si cortas este brote, la planta echará dos ramas en el primer nudo
que haya por debajo del corte. Los nudos son los puntos en que las ramas y las hojas se unen
al tallo. Si después cortas los brotes de las ramas, se volverán a ramificar y en vez de dos
ramas principales, tendrás cuatro. Los brotes son el lugar por donde crece la planta y miden la
duración de la luz solar. Cuando los días comienzan a acortarse le indican a la planta que debe
florecer porque el otoño se acerca. Si podas muy tarde la floración se puede retrasar porque la
planta no mide correctamente las horas de luz. Un método seguro consiste en cortar el brote
central cuando la planta ha echado cuatro pares de hojas, sin contar con los cotiledones que
recubren la semilla. La planta echará dos ramas y, cuando tenga cuatro pares de hojas en cada
una, volvemos a cortar los brotes. De este modo tendremos cuatro tallos principales y la planta
será más compacta y frondosa.
En algunos casos, retrasar la floración puede ser útil. Por ejemplo, si queremos que un
macho de floración rápida polinice a una hembra tardía es posible conseguirlo podando los
brotes del macho para impedir que florezca antes que la hembra.
Las ramas pequeñas que no se desarrollan se podan para que el cannabis concentre su
energía en las ramas más grandes. Hay que cortar las ramas a las que no llega bien la luz y
quedan atrofiadas. Esto se puede hacer en cualquier momento y no daña a la planta. Algunos
cañameros eligen las cuatro o cinco ramas más fuertes y quitan todas las demás. Sus plantas
producen cuatro o cinco enormes cogollos y ocupan menos espacio. Aunque el rendimiento por
planta puede ser algo menor, caben más y la cosecha es similar. Hay quien sólo deja que la
planta desarrolle el cogollo central, sin ramificar. Estas plantas son muy estrechas y ocupan
muy poco espacio.
Uno de los innumerables mitos que circulan acerca de la marihuana dice que las hojas más
grandes dan sombra y que cortándolas se desarrollan mejor los cogollos. Esto no es solamente
erróneo sino que, además, es perjudicial para la salud de tus plantas. Las hojas más grandes
actúan, primero, como fábricas fotosintéticas de alimentos y, después, mientras mueren, como
almacenes de clorofila. Durante su vida, la hoja fabrica azúcares que distribuye por la planta
para que fabrique tejidos y se alimente. Durante la floración, estas hojas amarillean y se secan
pero antes envían la clorofila que contienen a otras zonas de la planta. Si podamos las hojas, el
cannabis ha de fabricar más clorofila y no puede concentrarse en el THC, que es lo que a todos
no interesa. Lo adecuado es dejar que las hojas se desprendan solas de la planta cuando se
sequen.