Para el hombre de negocios no importa tanto la vida como la muerte, importa más la “temporada”. Su medida es el dinero, mide a los hombres según el dinero; cuánto tienes, no quién eres, eso no tiene importancia. Si tienes dinero, significas algo, si no, no eres nadie. Si te demuestra respeto, es porque respeta tus posesiones, nunca a ti. Si pierdes tus posesiones, ni siquiera te mirará. Solo le interesa Dios, si le sirva para hacer algún negocio.
Cuando ya no tengas dinero, todos te abandonarán, además nunca estuvieron contigo. No puedes tener amistad con un hombre de negocios. No, solo es amigo de tu dinero. En el momento en que el dinero ya no esté, la amistad desparece; nunca estuvo contigo.
Esto ocurre a diario en la vida. La mente orientada al dinero se ocupa de las cosas, y ese tipo de hombre está continuamente ocupado, nunca descansa, no puede hacerlo, porque siempre hay más y más que acumular. Nunca termina. En el fondo, solo se ocupa de cosas insignificantes, de lo trivial, de lo externo, de sus mercancías. Nunca de si mismo. Se ha olvidado por completo de si mismo, está perdido en el mundo. Piensa cada vez más en poseer, pero nunca en la consciencia, porque la consciencia no es una mercancía, ella no le sirve de nada.
El hombre de negocios no puede amar, porque el verdadero amor es el fenómeno más antidinero del mundo. El amor tiene que ver con Ser, es compartir, dar, no solo lo que posees, sino lo que eres.
Un hombre de amor puede descansar. El descansar es una satisfacción, pero el hombre de dinero no puede realmente descansar, porque lo suyo nunca termina. Y nunca hay satisfacción, porque el dinero no puede satisfacer al alma; el alma permanece vacía, lo interior es un vacío. Cuanto más acumulas, más conciencia tomas de tu propio vacío, tus manos están vacías, tienes dinero, pero te has perdido a ti mismo. Siempre estás ocupado con nada, y digo nada, porque al final resulta ser nada, todo lo que poseías resulta ser como algo dibujado en el agua, desaparece; llega la muerte y anula todo tu esfuerzo. Incluso en el momento de la muerte solo conoces una forma de comportarte con tu iglesia: donar dinero.
Deja de lado esa vida. Toda la existencia te invita a cada instante a que disfrutes realmente de la vida. Entra en el mundo de lo divino, ahí podrás disfrutar de la belleza, de las cosas simples: una luna llena, el ondular de un lago, el fluir de un río, es ahora donde puedes disfrutar del todo y el todo se abre y te invita a pasar.
La invitación siempre estuvo, está y estará ahí, pero tú no tienes tiempo de tomarla en cuenta…siempre estás ocupado.