La lógica no es infinita, no puede ser infinita. En realidad, la lógica niega todo lo infinito, la lógica posee siempre un límite. Si piensas de forma lógica, y continúas pensando, te encontrarás con el límite de la lógica. Solo con lo infinito entra lo ilógico, con lo infinito entra lo misterioso y lo milagroso. Con su entrada, la caja de Pandora es abierta. De forma que la lógica nunca habla de lo infinito, dice que todo es finito y todo puede ser definido. La lógica teme siempre a lo infinito, le parece que es una vasta oscuridad, se mantiene siempre en un cielo despejado donde todo resulta seguro y sabes hacia dónde vas. Un paso a un lado y entras en lo salvaje y no sabes a dónde vas.
La lógica es un miedo profundo, es una prisión bellamente decorada, pero no es como el inmenso cielo. El cielo no está absolutamente decorado, nada lo embellece pero es inmenso, es suficiente en sí mismo, su misma inmensidad es su belleza. Pero la inmensidad es también terrorífica, porque es apabullante. La mente simplemente vacila ante ella, es algo insignificante. Ante ella, el ego queda hecho pedazos, de forma que el ego crea la hermosa prisión de la lógica, de las definiciones, de la experiencia, todo conocido. Y cierra sus puertas a lo desconocido. Crea un mundo propio, separado, privado. Ese mundo no pertenece al Todo, ha sido separado; toda relación con el Todo ha sido eliminada.
Por esto, la lógica nunca conducirá a nadie a lo Divino, porque ella es humana y ha destruido todos los puentes hacia lo Divino que es un misterium y un tremendum. Es un gran misterio que no puede ser resuelto, no es un acertijo que pueda resolverse. Pero si continúas pensando en forma lógica, entonces llega un momento en el que alcanzas el límite de la lógica. Si continúa pensando más y más, entonces el pensamiento lógico se convierte en contemplación.
Considéralo de esta forma, un filósofo lógico se encuentra sentado en el jardín y observa una rosa. La interpreta, la clasifica. Sabe qué clase de rosa es, de dónde proviene, conoce su fisiología, su química. Lo mira por un lado y otro, y en realidad nunca toca en absoluto a la rosa, deja a la rosa intacta.
Porque la lógica nunca puede tocar una rosa, puede cortarla, puede etiquetarla, clasificarla, encasillarla, pero no la puede tocar. Y aunque la lógica quiera tocarla, no es posible. La lógica no posee corazón y solamente el corazón puede tocar la rosa. La rosa no abrirá sus misterios a la mente, porque lo mental es como una violación. Y la rosa se abre únicamente por amor, no para ser violada.
¿Qué hace un poeta? Simplemente mira la flor, no piensa sobre ella. Esta es la diferencia, es muy sutil. El lógico piensa sobre la flor, el poeta piensa la flor, no sobre ella. Para un poeta la rosa es una rosa, no es “algo sobre” la rosa. El va hacia dentro, hacia el interior de la flor. Entonces la memoria no se introduce. La mente es dejada de lado, es un contacto directo. Pero aún está separado de la flor, el poeta es el sujeto y la flor es el objeto, la dualidad persiste, no ha sido trascendida. El poeta no se ha convertido en la flor, la flor no se ha convertido en el poeta.
Cuando alguien no piensa sobre ella, no piensa ni como lógico, ni como poeta, surge el místico, surge el sabio, el que simplemente es uno con la flor, simplemente está con ella. Permite que la flor está allí y se permite a sí mismo estar allí. En ese momento de apertura surge una unidad, las energías se encuentran y se mezclan y se convierten en uno, la dualidad ha sido trascendida.