La espiritualidad y los diversos dioses

Se piensa que la espiritualidad es un logro dificil. No es ninguna de las dos cosas: es decir, no es ni difícil ni un logro. Seas lo que seas, ya eres espiritual. No hay que añadir nada nuevo a tu ser, y no hay que desechar nada de tu ser; Eres lo más perfecto posible. No es que vayas a ser perfecto alguna vez en el futuro, no es que tengas que realizar un arduo esfuerzo para ser tú mismo. No es un viaje a algún otro punto en alguna otra parte; no vas a ninguna parte. Ya estás aquí. Lo que hay que lograr ya se ha logrado. Esta idea debe entrar profundamente en ti; sólo así serás capaz de comprender por qué técnicas tan simples pueden ser útiles.

Si la espiritualidad es un logro, entonces por supuesto que va a ser difícil; no sólo difícil, sino realmente imposible. Si aún no eres espiritual, no puedes serlo, nunca podrás, porque ¿cómo va a ser espiritual alguien que no es espiritual? Si aún no eres divino, no hay posibilidad, no hay manera. Y no importa los esfuerzos que hagas; los esfuerzos por alguien que aún no es divino no pueden crear divinidad. Si no eres divino, tus esfuerzos no pueden crear divinidad. Imposible.

Pero la situación es totalmente inversa: ya eres lo que quieres lograr. El objetivo del anhelo ya está aquí, presente en ti. Aquí y ahora, en este mismo momento, eres lo que se conoce como divino. Lo supremo está aquí; ya es la realidad. Esa es la razon por la que tecnicas simples pueden ser utiles. No es un logro, sino un descubrimiento. Está oculto, y está oculto en cosas muy, muy pequeñas.

La persona es como la ropa. Tu cuerpo está aquí, oculto en la ropa; de igual manera, tu espiritualidad está aquí, oculta en cierta ropa. Estas ropas son tu personalidad. Puedes estar desnudo aquí y ahora, y de la misma manera puedes estar desnudo también en tu espiritualidad. Pero no sabes lo que son las ropas. No sabes cómo estás escondido en ellas; no sabes como estar desnudo. Has estado metido en la ropa durante tanto tiempo -durante vidas y vidas y vidas has estado en la ropa- y has estado tan identificado con las ropas, que ahora no piensas que sean ropas. Piensas que estas ropas son tu. Ésa es la única barrera.

Por ejemplo, tienes algún tesoro, pero lo has olvidado o todavía no te has dado cuenta de que es un tesoro, y sigues mendigando por la calle… Eres un mendigo. Si alguien dice: «Mira en tu casa. No necesitas ser un mendigo; puedes ser un emperador en este mismo momento», el mendigo dirá: «Qué tonterías dices. ¿Cómo voy a ser un emperador en este mismo momento? He estado mendigando durante años y aún soy un mendigo, e incluso si sigo mendigando durante vidas seguidas, no voy a ser un emperador. Así que qué absurdo e ilógico es lo que dices: «Puedes ser un emperador este mismo momento.»»

Imposible. El mendigo no puede creerlo. ¿Por qué? Porque la mente mendicante procede de un hábito prolongado. Pero si el tesoro está oculto en casa, con escarbar un poco, con quitar un poco la tierra, el tesoro aparecerá. E inmediatamente ya no volverá a ser un mendigo; se desilusionó en un emperador.

Es lo mismo con la espiritualidad: es un tesoro oculto. No hay que lograr nada en algún momento futuro. Aún no lo ha reconocido, pero ya está en ti. Tú eres el tesoro, pero sigues mendigando.

De modo que con técnicas simples será suficiente. Escarbar la tierra, quitarla un poco, no es un gran esfuerzo, y te puedes convertir en un emperador inmediatamente. Tienes que escarbar un poco para retirar la tierra. Y cuando digo retirar la tierra, no lo digo sólo simbólicamente. Literalmente, tu cuerpo forma parte de la tierra, y te ha identificado con el cuerpo. Retira un poco esta tierra, crea un agujero en ella, y llegarás a conocer el tesoro.

Ya somos lo que seremos, lo que deberíamos ser, lo que debemos ser. El futuro ya está escondido en el presente; todo el potencial está aquí en semilla.

Todos los padres se preocupan de enseñar su religión a sus hijos desde la infancia, pues cuando el niño se haga mayor empezará a pensar y a causar problemas. Formulará preguntas de todo tipo; y, como no encontrará respuestas satisfactorias, planteará situaciones difíciles a sus padres. Por eso, los padres procuran enseñar su religión a sus hijos desde la primera infancia de éstos: cuando el niño no es consciente de muchas cosas, cuando está dispuesto a aprender cualquier insensatez. Así es como las personas se vuelven musulmanas, hinduistas, jainistas, budistas, cristianas: cualquier cosa que se les enseñe.

Por eso, las personas a las que llamamos religiosas resultan ser muchas veces poco inteligentes. Les falta inteligencia, porque lo que llamamos religión es algo que nos ha envenenado antes de que haya surgido en nosotros la inteligencia; e incluso después de surgir ésta mantiene su presa interior. No es de extrañar que los hinduistas y los musulmanes luchen entre sí en nombre de Dios, en nombre de sus templos y de sus mezquitas.

¿Acaso hay muchas variedades de Dios? ¿Es una variedad el Dios que adoran los hinduistas y de otra el Dios que adoran los musulmanes o los cristianos? ¿Por eso les parece a los hinduistas que su Dios ha sido profanado cuando se descubre un ídolo, o a los musulmanes les parece que su Dios ha sido deshonrado cuando se destruye o se incendia una mezquita?

En realidad, Dios es “lo que es”. Existe tanto en una mezquita como en un templo. Existe tanto en un matadero como en un lugar de culto. Existe tanto en una taberna como en una mezquita. Está tan presente en un ladrón como en un religioso: no es posible que esté presente un ápice menos. ¿Quién va a residir en un ladrón sino lo divino? Existe tanto dentro de un hinduista como de un musulmán, un cristiano o un budista.

Pero el problema es que si llegásemos a creer que la misma divinidad existe en todos, nuestra industria de fabricación de dioses se resentiría mucho. Para evitar que suceda esto, seguimos imponiendo a nuestros dioses respectivos. Si un hinduista mira una flor, proyectará sobre ella su propio Dios, verá a su Dios en ella, mientras que un musulmán o un cristiano proyectará y visualizará al suyo. Son capaces, incluso, de reñir por ello. Sus establecimientos están a cierta distancia unos de otros, pero existen, incluso, disputas, disputas entre las “tiendas de divinidad” que son parientes próximas.

Es muy raro: somos nosotros los que determinamos las cosas siempre. Lo que hemos identificado hasta ahora como “Dios” es un producto basado en nuestras propias especificaciones. Mientras este Dios artificial se interponga en nuestro camino no seremos capaces de conocer a ese Dios que no ha sido determinado por nosotros. No seremos capaces de conocer al que nos determina a nosotros. Así pues, necesitamos librarnos del Dios artificial si queremos conocer al Dios que es. Pero eso es duro; incluso a la persona de corazón más benévolo le resulta difícil. Hasta al hombre al que tenemos por comprensivo le resulta duro librarse de este Dios artificial, tanto como al hombre estúpido. Podemos comprender al hombre estúpido, pero es difícil comprender al hombre inteligente.

Loading

Danos tu valoración..

mauricio Valdés

Bloguero de aficionado y redactor de mi revista, utilizo codigos sagrados, me apasiona el Internet y la informática, lector de psicología, espiritualidad, criptomonedas, salud, llevo una vida simple con grandes sueños...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *