El atleta
La palabra «atleta» no tiene aquí la intención de denigrar a los atletas o el comportamiento atlético, sino la de servir como una descripción del período de nuestras vidas adultas en el que nos identificamos fundamentalmente con nuestro cuerpo físico y en cómo funciona en nuestra vida cotidiana. Es el período en el que medimos nuestro valor y felicidad por nuestro aspecto y nuestras capacidades físicas.
Esas capacidades son muy numerosas y singularmente personales. Pueden incluir cosas tales como la rapidez con la que podemos correr, lo lejos que arrojemos una pelota, lo alto que podamos saltar y el tamaño de nuestros músculos. Juzgamos el valor de nuestro aspecto físico por un canon de capacidad de atracción basado en la forma, el tamaño, el color y la textura de las partes del cuerpo, el cabello y la tez. En una cultura de consumo como la nuestra, el juicio se extiende incluso al aspecto de nuestros automóviles, casas y ropas.
Se trata de preocupaciones que tenemos cuando la persona se encuentra en la fase inicial del desarrollo adulto. Es el período en el que la vida parece imposible sin un espejo y una corriente continua de aprobación que nos haga sentirnos seguros. La fase del atleta es el período de nuestro desarrollo adulto en el que nos identificamos más completamente con nuestro rendimiento, atracción y logros.
Muchas personas dejan atrás la fase del atleta y llegan a hacerse consideraciones más significativas. Algunos de nosotros entramos y salirnos de esta fase, dependiendo de nuestras circunstancias personales. Unos pocos permanecen en la fase del atleta durante toda tu vida.
Que tú avances más allá de la fase del atleta es algo que viene determinado por cómo te obsesiones por tu propio cuerpo como fuente primordial de autoidentificación. Evidentemente, es saludable cuidar del cuerpo, tratándolo amablemente, ejercitándolo y nutriéndolo de la mejor forma que te permitan tus circunstancias. Enorgullecerte de tu aspecto físico y disfrutar de los cumplidos que se te hagan no significa, sin embargo, que estás obsesionado por tu cuerpo. No obstante, si tus actividades cotidianas giran alrededor de un criterio determinado de rendimiento y aspecto, te encuentras en la fase que he dado en llamar del «atleta».
No es éste un período en el que puedas practicar el arte de la manifestación. Para alcanzar la capacidad de saber y utilizar tu energía interior divina, tienes que superar la idea de que eres un ser exclusivamente físico.